miércoles, 9 de enero de 2008

Un punto de vista de porqué no comer carne

Me llegó este interesante artículo

Comer o no comer carne,
he ahí el dilema
por Xavier Bayle
Cuando una mañana de abril, viendo unas fotos de los pollos criados en factoría, decidí hacerme vegetariano la mayoría de las personas que me conocían, sabedoras de mi obsoleta gran pasión por el consumo de carne y de todo el universo relacional generado alrededor de ello, se mosquearon; vaticinando que duraría poco, y no dando importancia de mi postura, me insultaron. Lo cual me indignó, pero también me tranquilizó dado lo fácil que me había resultado enfrentarme a mi mismo atribuyéndole a la razón un peso más sólido que a la educación y la costumbre.
Hacerme vegetariano fue, como digo, una clara postura ética de "yo no participo", además de las otras ventajas que tiene; y en base a ese criterio, fui discreto a la hora de enarbolar argumentos en pro de mi postura, sencillamente me limitaba a comer sólo vegetales. Pese a lo cual no pasa día que las mentadas personas me recuerden que "un día fui", aunque ya no sea. El peso de la culpa. El famoso peso de la culpa. Aunque ya mis defensas no sean que "quién mejor que yo para saber lo que me pierdo", las delicias de los miembros seccionados en mi plato, los órganos cocidos... Si acaso, en un supuesto, jamás hubiera yo probado la carne, también me dirían que "qué se yo acerca de lo que me pierdo". Respuestas ridículas las hay a montones.
He dicho antes lo de la educación porque, más que biología o fisiología, nuestras costumbres ultraomnívoras (y homonívoras, ya dicho de paso ) entiendo que forman parte de un sistema educativo demasiado miope y poco imaginativo, que se limita a vomitar, con ligeros cambios de forma y modo, las lecciones aprehendidas desde pequeños. Nuestra cotidianeidad rota en torno a una serie de movimientos más o menos programados por nosotros mismos, con un más o menos libre albedrío; y otras actitudes "preprogramadas", de un modo subliminal o evidente, por el sistema social imperante.
Para quienes llevar o dejar de llevar a cabo el culto gastronómico del consumo de cárnicos, supone una toma de conciencia o un posicionamiento vital, evidentemente también les supone una carga o descarga de conciencia ética. Quiero decir que, incluso las más acérrimos carnívoros y piscívoros , los que defienden a ultranza este modo de vida, lo hacen, en cierto manera, intuyendo tal vez en ello una incorrección. Me explico.
La carne no es necesaria para vivir. Es un hecho. La ingestión de peces tampoco es precisa. Partiendo de esos parámetros -avalados a su vez por centenares de millones de personas que en el planeta no pueden / quieren comer animales-, los argumentos entonces tienden hacia el mito del hombre cazador y el fantástico desarrollo del cerebro gracias al sangriento festín de nuestros antepasados. Esta leyenda no hace sino atribuirnos cualidades de predadores que, al margen de su veracidad, nos encantan y nos fascinan; pues hoy día no llegamos más que a tristes predadores pasivos en una sociedad encargada de maquillar el dolor ( y causarlo), disimular la muerte (y matar ) y disfrazarlo todo de sonrisas tipo anuncio dentífrico. Y siempre es atractivo denominarnos "peligrosos", pese a que nuestro destino sea ser depredados por la religión de la moneda en curso. Además el aumento de volumen cerebral ha traído consigo la incapacidad de predecir la lluvia, de ver las catástrofes consecuencias de la utilización de la bomba atómica, la ignorancia de lo importante y el amazacotamiento en el pensamiento único de nuestra insigne sociedad global. Amén de otras carencias más.
Pero si la carne supiera, por ejemplo, a excremento de perro, y si, pongamos, el pescado fuera amargo como la hiel ¿tanto defenderían esas personas su consumo?. sin duda alguna: no. Se interrumpiría inmediatamente la matanza, pese a las supuestas maravillas que conlleva. En conclusión: comemos agonía porque nos encanta rendir pleitesía a nuestros sentidos a cualquier precio; nos hemos enamorado de la gastronomía hasta tal punto que -es una hipótesis de exposición-, si mañana en nuestras tiendas, con el consenso y la legitimidad de la ley y la aprobación de la sociedad, pudiéramos comprar carne de niño/a, tal vez la consumiríamos. Aunque sólo fuera por probar. Yo les puedo garantizar que muchas personas lo harían. Claro está, siempre que su precio fuese asequible y se ocultara pertinentemente el sacrificio. Para quienes creen que exagero y que es un despropósito mi aseveración deberían informarse de que, hoy en día, existen personas del primer mundo que han comido y comen carne humana con cierta cadencia.
Pero no quiero establecer un debate acerca de morbo o exponer la problemática ética de la antropofagia, pretendía solamente acentuar la disposición social hacia la satisfacción y el hedonismo. Cuanto más oprimidos nos encontramos por las reglamentaciones y los dispositivos sociales, tanto más nos arrojamos a la exigencia de nuestro derecho y nuestro deber de carpe diem, de gozar la "vida loca" y de bautizarnos con el título de "amos y señores" del mundo, y aún del universo, porque ya es sabido que "ser humano" es sinónimo de vanidad. Es tal nuestro amor por nosotros que ya ni siquiera nos importa si la carne y el pez provocan infartos, invitan a los tumores o acumulan mercurio en nuestro cuerpo, porque nos compensa arrojarnos ciegamente al placer inmediato de saborear un pedazo de carroña convenientemente guarnicionado. El ser humano es, además, tremendamente resistente a la razón y notablemente impermeable a la lógica y a la sensibilidad.
Destruidos los conceptos de macho cazador y de impiedad; destruida la supuesta supremacía que proporciona un cerebro -dicen- evolucionado; destruido el argumento sobre la salud del consumo de cadáveres...¿qué queda?: la autosatisfacción. Somos culpables de irresponsabilidad, cómplices de asesinatos en el nombre del más puro placer y, por supuesto, enemigos de los equilibrios que la naturaleza guarda para sus componentes.
Hemos destruido esos equilibrios, por ello el ser humano camina hacia su extinción. ¿Exagero de nuevo?
Para los amantes de las cifras se ha calculado que necesitaríamos dos planetas y medio para satisfacer nuestras ansias de complacencia de un modo "sostenible". Habida cuenta que sólo "poseemos" uno, su fin está más que garantizado. Incluso los más compulsos homocéntricos deberían comprender qué tipo de legado dejamos en herencia a las generaciones venideras. Somos un cáncer que se extiende profunda y dolorosamente en su irreflexión.
La solución que proponen los más radicales consiste en el suicidio colectivo, lo cual encuentro un poco improbable y -eso sí-, exagerado, dado que todos los seres vivos tendemos a querer seguir estándolo, y es anormal lo contrario (exceptuando el tema de la eutanasia ). Bastaría con aprender a vivir, amar la vida y amar incluso lo que no nos ama porque no sabe o no puede hacerlo. Dado que amar a lo que nos ama es amarnos a nosotros mismos, y sería regresar de nuevo a la autocomplacencia. Las soluciones son muchas, pero he entendido, priorizando la reflexión a la satisfacción física, que comer o no la carne de los demás es un camino indiscutible de equidad, justicia y belleza.

1 comentario:

LuisaTere dijo...

Respuesta de Eduardo (Lalo) Ruenes.

Yo creo que si habría muchísimo de que preocuparse con
la inocente carnesita, considerando las decenas y
decenas de argumentos bien fundamentados no solo del
daño que causa la carne en sí misma, sino del riesgo
inminente de las hormonas en la carne, lo cual es una
práctica de lo más común hoy en día.

Aunque hay muchísimos intereses creados para mantener
a la sociedad consumiendo carne, muchos expertos (hay
toneladas de información objetiva), afirman y
fundamentan que la aparición de algunos tumores,
claramente relacionado con la aparición de lo que se
denominan tumores hormonodependientes (tumores de
próstata y vejiga en el hombre y los de pecho, útero
en mujeres, entre otros) se deben al consumo de carne,
sobre todo ahora, donde la carne está constantemente
"bombardeada" con hormonas para incrementar el peso de
los animales que serán sacrificados para su consumo.
(Esto aparte de enfermedades digestivas,
cardiovasculares, etc. y enfermedades que están
resurgiendo principalmente en niños consumidres de
hamburguesas de carne de res,etc.etc. algunas
referencias de esto último:
http://www.nlm.nih.gov/medlineplus/spanish/ency/article/000510.htm
--- otra>>>
http://www.clarin.com/diario/2005/02/01/conexiones/t-914385.htm.

En fín, podríamos argumentar y contraargumentar en
favor y en contra del consumo de carne, sin embargo yo
considero y tengo la experiencia personal de no comer
carne desde hace 27 años por lo menos, y de tener dos
hijos que nunca en su vida han comido carne, huevos ni
pescado y que están, creo yo, suficientemente sanos
tanto física como mental y emocionalmente.

En relación a la vitamina B12 que ha creado alguna
controversia para algunas personas en relación a la
decisión de volverse o no vegetarianos les comento que
tengo enfrente de mí una leche de soya de marca
SOYMILK donde el analísis nutricional dice que un
vasito de 240 mL provee del 50% de lo recomendado para
la ingesta diaría de este elemento, si alguien lo
quier corroborar puede ingresar a:
http://www.silksoymilk.com/Products/SilkSoymilkShelfStable.aspx.

Así que yo la verdad me quedo con mi wheat grass, mis
frutas y verduras lo más orgánicas posibles, mi
lechita de soya y algunos cereales. Con esto tengo la
plena convición de que mi familia y yo podemos llevar
una vida mucho más sana y segura que consumiendo
carne, aparte de que no tengo que contribuir con la
terrible e inmisericorde matanza y sufrimiento de los
animales.

Una frase por favor, para terminar:

“Mientras el hombre continúe siendo el destructor
despiadado de seres inferiores no conocerá la salud ni
la paz. Mientras el hombre masacre animales, se
matarán unos a otros. Ciertamente aquél que siembra la
semilla del asesinato y dolor no puede cosechar gozo y
amor”. Pitágoras ( 585-500 A. C. ).

¡¡¡Feliz Año nuevo para todos y por favor disfruten
una riquísima cena vegetariana libre de
remordimientos!!!!