domingo, 22 de junio de 2008

"Cada quien para su santo" en economia

Un muy buen artículo de Jorge Suarez-Vélez de Inversión Sin Fronteras para Yahoo Finanzas. Este articulo trata de exponer las causas y eventualmente una solución de la crisis económica internacional, por la cual estamos atravezando en el mundo. Desgraciadamente las tendencias señalan la falta de cooperación o como decimos "Cada quien para su santo".

Cada quien para su santo 20 de junio de 2008, 04:00 AM

En la teoría de juegos se presenta un problema interesante en el llamado dilema del prisionero. En su forma clásica, la situación se presenta así: la policía arresta a dos sospechosos pero no tiene suficiente evidencia para condenarlos. Los separan y les ofrecen el mismo trato. Si uno testifica y traiciona al otro, el traidor sale libre y el traicionado tendrá la pena máxima de diez años en prisión. Si ambos permanecen en silencio, se les dará a ambos una condena menor: de seis meses. Si ambos se traicionan mutuamente, recibirán una pena de cinco años cada uno.

Lo que hace este problema interesante es el hecho de que la solución óptima, aquella en la que la suma de las condenas es menor, no es la que es óptima para cada uno de ellos por separado. Uno tiene que tener al otro en mente para tomar la mejor solución colectiva.

A veces, entre los países ocurren situaciones similares. A cada país por separado le gustaría tener la posibilidad de beneficiarse solo de alguna situación, pero frecuentemente la solución óptima para todos en su conjunto es cuando cada uno de ellos asume algún nivel de costo individual.

¿A dónde voy con tan rebuscada introducción? Déjeme explicar. Hace casi exactamente tres años fui invitado a dar una plática en la Ciudad de México y en ésta dije que los problemas económicos del mundo estaban siendo originados por importantes desequilibrios. Por una parte, había fuerte crecimiento económico en China y otros países asiáticos pero éste era exacerbado por monedas locales artificialmente subvaluadas. Mientras tanto, Estados Unidos mostraba altos niveles de crecimiento a partir de un insostenible gasto en consumo. Y Europa mantuvo, simultáneamente, niveles de beneficios y prestaciones para su pueblo imposibles de sustentar a largo plazo.

Ahora, podemos afirmar que esas variables están forzando un colapso al haber llegado a un punto extremo. Empecemos por el crecimiento chino. El problema de mantener un tipo de cambio artificialmente sesgado es que, si bien la fuerza exportadora se vuelve un enorme estímulo para el crecimiento económico, la gran entrada de monedas fuertes –como resultado de la venta en el extranjero de lo que producen- fuerza a una acelerada emisión de moneda local –en este caso yuán- para comprarlas. Si ésta se deja en circulación, genera presión inflacionaria, por lo que es necesario recurrir a "esterilizar", es decir, emitir bonos para recoger liquidez del mercado.

Este proceso ha llevado a una escandalosa acumulación de reservas internacionales, cerca de dos billones (millones de millones) de dólares; y se han vuelto el principal acreedor de los Estados Unidos, pues tienen una enorme cantidad invertida en bonos emitidos, principalmente, por el gobierno y por agencias federales.

La colosal acumulación de ahorro, reciclado a los Estados Unidos, es el factor que financió la fortísima demanda de los consumidores estadounidenses por bienes importados. El importar miles de toneladas de bienes baratos producidos en China y otras economías asiáticas permitió un largo período de expansión en el consumo sin generar presión inflacionaria. Al final del día, China no sólo ofrecía ilimitados bienes baratos, sino también una oferta igualmente ilimitada de trabajadores dispuestos a producir a cambio de una fracción de los ingresos que recibiría un obrero estadounidense. Simultáneamente, los trabajadores de la unión americana pudieron concentrarse en el sector de servicios, a todas luces más rentable.

Desafortunadamente, así como el fuerte crecimiento en las exportaciones era expansivo para la economía china, el simétrico crecimiento en las importaciones estadounidenses amenazaba con generar una presión de contracción a la economía. La única forma de evitarlo fue con una extraordinaria expansión en el consumo que era imposible de financiar con sueldos y salarios ordinarios; se hizo indispensable generar crédito abundante que llevó a niveles de endeudamiento sin precedente. No necesito decirles que ésa es la raíz de la crisis crediticia que hoy aqueja a Estados Unidos y Europa.

Europa enfrenta, también, la resaca de décadas de gobiernos complacientes, de semanas laborales de 35 horas, bajas edades de retiro, dos meses de vacaciones pagadas, etcétera. El resultado es que el crecimiento en la productividad europea es la mitad del de empresas estadounidenses (lo cual las saca de mercado) y es, en parte, atribuible a las cortas jornadas laborales; que la migración de empresas hacia regiones como Europa del este -donde no tienen que pagar los exagerados niveles de prestaciones- está provocando alto desempleo; y donde la presión salarial de los malcriados trabajadores está provocando presión inflacionaria e incrementando la posibilidad de que el banco central europeo suba tasas de interés, lo que potencialmente fortalece al euro –matando la capacidad exportadora- y provoca menor crecimiento económico.

A corto plazo, es interesante ver que las economías europeas, ávidas de recursos para gastar, han recurrido a recortar gastos relevantes como el militar, poniéndose cómodamente debajo del manto de protección estadounidense. Esto a pesar de estar igualmente preocupados por amenazas geopolíticas como las provenientes de Irán y de extremistas islámicos (mucho más cercana que en Estados Unidos, en países como Francia). El gasto militar de Estados Unidos (711 mil millones de dólares, 48% del gasto mundial) es ya más del doble que el de toda Europa junta (289 mil millones de dólares, 20% del total); a pesar de que el PIB europeo es más grande. Es un hecho que el próximo presidente estadounidense, quien quiera que sea, les pasará la factura y exigirá que contribuyan más en la lucha por causas comunes.

Claramente, las correcciones y el proceso de rebalancear las economías ocurre con ayuda de los políticos o a pesar de ellos. En el caso de Estados Unidos, la demanda por importaciones está decreciendo conforme la crisis crediticia ha forzado a la Reserva Federal a bajar tasas de interés y ésta lleva a que el dólar se devalúe, haciendo los bienes importados prohibitivamente caros.

En el caso de China, el yuán se ha empezado a revaluar, en contra de los deseos del Banco del Pueblo de China, el banco central. La presión inflacionaria se ha desbordado, a pesar de la abundancia de mano de obra, y la fuerte dependencia al dólar –apuntalada en la descomunal cantidad de billetes verdes en sus arcas- se ha vuelto contraproducente ante la política monetaria estadounidense diseñada para combatir una inminente recesión en casa y no para echarle gasolina al incendio económico chino. La pregunta es si podrán conseguir los altos niveles de crecimiento que han alcanzado en las últimas décadas, y cómo podrán estimular al gasto en consumo chino para compensar por la baja en el gasto estadounidense. Con condiciones demográficas complicadas, necesitarán que los chinos consuman más, ahorren menos y que al hacerlo no generen presión inflacionaria. Igualmente, requerirán de un esquema cambiario infinitamente más flexible que el que han tenido.

Europa tendrá que implementar reformas importantes. Tienen que flexibilizar su régimen laboral, trabajar más horas y entender que no hacerlo los pone en un trayecto directo hacia una colisión que provocaría conflictos sociales sin precedente, y/o la quiebra de algunos países miembros de la euro-zona. La única forma de fomentar el empleo es con la posibilidad de despedir trabajadores sin que se le venga el mundo encima al empresario. Eso hoy es imposible en países como Holanda o Francia donde el paternalismo sindical alcanza matices absurdos.

Igualmente, Europa tiene que enfrentar tarde o temprano sus problemas demográficos. Con los altísimos niveles de prestaciones y el temprano retiro de los trabajadores. En unos años será imposible para los jóvenes mantener el nivel de vida que el estado les ha garantizado a los viejos. O las expectativas de beneficios para quien se retira se ajustan, o habrá una salida masiva de la región de jóvenes no dispuestos a pagar tasas impositivas absurdas para mantener a los viejitos. Por ello, la posibilidad de incorporar a la euro-zona a países poblados y jóvenes como Turquía se tiene que poner sobre la mesa, a pesar de la complejidad logística de hacerlo. Recordemos que lo único que hace que Estados Unidos no tenga problemas demográficos similares, es el alto nivel de inmigración que han gozado en las últimas décadas.

Como en el dilema del prisionero, la solución que optimizaría la situación global es que cada uno de los países o regiones en cuestión estuviese dispuesto a pequeños sacrificios en busca de estabilidad y crecimiento global. Pero ni los políticos estadounidenses, ni los chinos, ni los europeos, quieren ser quienes les pidan a sus pueblos que se aprieten el cinturón y piensen en el largo plazo.

Como dije antes, de lo único que podemos tener certeza es de que la situación se va a equilibrar tarde o temprano. La pregunta es si eso ocurrirá con un daño colateral mayor si cada quien hace lo que cree le conviene, o menor, si se logran niveles de cooperación aceptables. A juzgar por el pasado reciente, por el ínfimo acuerdo con respecto a problemas importantes como el de cambio climático, y por la falta de consenso con respecto a la solución de situaciones vergonzosas como Darfur, parecería inocente el estar demasiado optimistas.

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