miércoles, 20 de agosto de 2008

Una critica a la falta de libertad y criterio


 de nuestro amigo Joachim
Lecciones inolvidables de las olimpiadas
20 de agosto de 2008, 07:22 AM


Como les mencioné en el artículo anterior, vine a Beijing a cubrír la parte económica, política y social de estas olimpiadas, no los deportes, sin embargo, tengo que dedicarle un par de párrafos a algunos de los deportistas que han participado en estas olimpiadas y que han maravillado al resto del mundo. 

Tengo que empezar por mencionar la actuación de Michael Phelps, el joven norteamericano que conquistó ocho medallas de oro. Tuvo que nadar 17 veces en nueve días, cubrir alrededor de 70,000 metros si contamos los calentamientos, para poder lograr su meta de ganar las ocho medallas. Ocho eventos, ocho medallas de oro y siete marcas mundiales. Este tipo de actuación solamente se ve una vez en la vida y aunque nunca se debe decir nunca, no me puedo imaginar ningún otro ser humano en el planeta que pueda mejorar la actuación de este joven, ahora ni nunca. 

Sobrehumano es quizás la única palabra que lo pueda describir. Cuando lo entrevistaron, lo primero que dijo fue "sin la ayuda de mis compañeros de equipo, esto no hubiera sido posible". Eso es muy cierto. Aunque cinco de sus medallas fueron en pruebas individuales y aquí también le rompió el record a Mark Spitz, que solo tuvo cuatro cuando compitió en Munich y si no es por sus compañeros de equipo en los relevos no hubiera podido ganar las otras tres medallas. 

Mark Spitz ganó siete en total, Michael ocho. Una de las carreras la ganó casi ciego ya que los anteojos se le llenaron de agua. Para poder hacerlo tuvo que contar las brazadas y calcular entonces por donde iba ya que era imposible ver. Lo importante es que nunca se dio por vencido. Otra carrera emocionante la ganó por 1/100 de segundo.

Eso, mis cordiales lectores, significa la punta de un lápiz entre él y el competidor que quedo segundo. Parecía que los astros estaban también a favor de Michael Phelps para que le demostrara al mundo lo que la voluntad del ser humano puede lograr cuando se propone algo. El segundo ejemplo que quiero mencionar es el de Dara Torres, la nadadora de ascendencia hispana nacida en la Florida que ha participado en cinco olimpiadas y que a los 41 años ha sido la nadadora de más edad que haya competido en una olimpiada en la historia. 

Esta joven que ganó dos medallas de plata, tiene más años que la suma de las otras dos medallistas en la competencia. Ganó al menos una medalla en cada una de las cinco olimpiadas en las que compitió siendo una de las pocas atletas que ha logrado eso. Perdió la medalla de oro por el mismo margen que la ganó Michael Phelps, 1/100 de segundo, la punta del lápiz a ella le fue en contra. Así es la vida, no siempre se gana aunque derecho de ganar tenia basado en su sacrificio y su edad. 

En el relevo, su compañera le entregó la carrera bien atrás, sin embargo, nadó más rápido que la campeona del mundo y por poquito la alcanza. Este es otro ejemplo que podemos catalogar de sobrehumano, especialmente por su edad. 

El tercer y último ejemplo que quiero mencionar antes de comentar un poco sobre la China es la del esgrimista Keeth Smart, quien ganó medalla de plata. Hace cuatro meses contrajo una rara enfermedad y los médicos le dijeron que tenía las plaquetas tan bajas que podría morir de una hemorragia interna en los próximos días. Estando en cuidado intensivo, su mama muere de cáncer, otro duro golpe difícil de soportar. Habiendo perdido meses de entrenamiento por su enfermedad, así y todo arrancó para Beijing a competir y salió con una medalla de plata, perdiendo en la final con el esgrimista francés. 

Ya les comenté en mi artículo anterior que estas olimpiadas han sido de verdad espectaculares y que el show que los chinos han montado ha sido increíble. No hay duda que China es ya una potencia mundial y que hay que contar con ese país para cualquier asunto que le compete al mundo. Sin embargo, le falta mucho todavía para poder llegar a la categoría de superpotencia. 



Tienen tanta gente, más de 1,300 millones de personas que no saben qué hacer. Por ejemplo, una pareja en el hotel pidió una plancha. Después de pasar un gran trabajo con la operadora para que los entendiera, oyeron un toque en la puerta y cuando abrieron, había tres chinos ahí paraditos. Después de hacerles entender por señas que lo que querían era una plancha, regresaron con la tabla de planchar, y con la plancha, entraron a la habitación y uno cargó la tabla, el otro la plancha y el tercero la conectó a la electricidad. Lo que una persona hace, toma tres en China. 

Cuando yo pedí que me trajeran las dos camisas que había mandado a la lavandería, se aparecieron dos, cada uno cargando una camisa y después de mucho esfuerzo en tratar de decirles que quería cargarlo a mi cuenta del hotel y tener que llamar a la operadora para ver si ella les podía decir eso, la operadora me dice que no, que hay que pagarlo en efectivo. 

Al hacer el check in me había sacado 200 dólares de la tarjeta de crédito como depósito y por lo tanto les dije que sacaran el costo de la lavandería de ese depósito. Me dijeron que no, que eso había que pagarlo en efectivo. ¿En qué hoteles de cuatro o cinco estrellas de nuestros países pasaría esto? En ninguno, por supuesto. Cuando llegué a Beijing, la empresa que me tenía que llevar al hotel tuvo problemas con la limosina y por lo tanto me tuvieron que mandar en taxi. Los primeros cuatro taxistas no sabían dónde estaba el hotel, ni tampoco sabían leer y escribir. ¿Se imaginan ustedes taxistas que no sepan leer y escribir? 

En el juego de baloncesto entre Estados Unidos y Angola, casi no me dejan entrar porque en el bolsillo tenía unos yugos (en Puerto Rico le decimos yuntas). La niña que me estaba revisando nunca había visto unos yugos en su vida y tuvo que llamar a otros compañeros de seguridad para que diera la autorización para entrar al juego. 

En otra ocasión, no me querían dejar entrar porque tenía en mi bolsillo una cajita que siempre cargo cuando viajo, con aspirinas, antiácidos, antialérgicos etc. Tuve que de verdad alterarme y pedir hablar con el jefe para que por fin me dejaran pasar. Aunque les he dicho que en general los chinos fueron muy amables y corteses, la falta de flexibilidad, la falta de pensamiento crítico era notable. Eran como autómatas que siguen órdenes y que no se atreven a tomar decisiones. Esa falta de libertad en ese país, afecta a toda la sociedad y va a ser un obstáculo en el progreso del país. 

En un lugar adonde me llevaron, una tienda con varios pisos, vendían todo tipo de mercancía a precios muy económicos. Vi todas las marcas famosas que eran copiadas por estos piratas violando las leyes internacionales que prohíben hacer eso. Lo mismo carteras de mujer que dvds de películas de Hollywood; todo se conseguía a precios ridículos. Un amigo mexicano compró una cartera para su esposa en $50.00, cuando el modelo original vale $1,500.00.

Así y todo, para mí fue una experiencia inolvidable haber ido a estas olimpiadas históricas y haber aprendido muchas lecciones, algunas de las cuales he podido compartir con ustedes. También aprecio más el hecho de vivir en un país libre donde puedo escribir lo que quiero, puedo decir lo que me venga en gana, puedo practicar la religión que se me antoje, sin tener que preocuparme de que un matón del gobierno totalitario me arreste por negarme a ser un robot sumiso.


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